(De San Google casi bendito)
Él, libro, abrió sus alas, y un dulce aroma impregnó sus hojas, sin pensarlo quiso ser ella, pero sólo podía contarle cosas, mil cosas, sueños, aventuras, historias, relatos perdidos en el tiempo...
Ella, rosa, quiso ser él, aprenderse todas y cada una de sus palabras, para repartirlas en el viento, pegadas a las patas de los insectos que la rondaban, pero sólo aprendió se su propia historia.
Y en un momento, ambos fueron uno..., el tiempo se llevó el aroma, las palabras quedaron esperando uno, mil, otros aromas, de otras rosas..., como ella...