miércoles, 19 de enero de 2022

«¡Chacho... chquillo desinquieto...!

 


Esas eran, las y Canarias de todos los cursos, allí, en aquella solajera, todo el mundo uniformado para el fiestuqui: el compa, como siempre, cámara en mano iba inmortalizando momentos, de estos, miles, con menos años; los habría desde 1990, casi en el mismo patio, con más pelo y menos canas. Como dice la copla «las nieves del tiempo platearon mi sien», pero, en casi todo, todo igual.
Hoy, aprovechando una llegada masiva de fotos de esas que te hacen y tú no habías ni visto, cojo una y me pongo a escribir, a recordar lo bien que se pasaba el día, motivos varios, el principal, la celebración del día de Canarias, que en los coles siempre se adelantaba un día, el propio era fiesta, y a la fiesta, todo el mundo a bailar, de taifas. En ese patio sonaba en voz de críos, la típica polka de la isla, algún zorondongo, el baile del pañuelo, y de remate, a la voz de todos juntos, padres, críos, maestros y visitantes, el sabido «Somos costeros». Luego, si había tiempo, el baile de taifas, y, para finalizar, degustación de comida propiamente canaria, ¡qué bien nos lo pasábamos!
Al final, el personal docente, se iba contento, ahora vendrían un par de días sin clase, aprovechando ese minipuente que viene de maravilla al finalizar de mayo, para llegar, ya en junio, con jornadas y horarios distintos. Y el compa, clic-clac, seguía con su curro voluntarioso.

martes, 11 de enero de 2022

«El mundo en una botella»

 

Quién, de crío, no lo intentó, embotellar un barco, tarea difícil, sobre todo si el envase no respondía a las dimensiones; o, a lo mejor, acristalar las cosas guapas vividas o las propias ilusiones; no es fácil, no, el barco no se deja y lo demás, mejor dejarlo como está.
También nos hubiésemos empeñado en meter el mundo en esa botella, el nuestro, no el del otro, que a buen seguro no hubiese cabido, no por falta de espacio, si porque, en aquellos tiempos, queríamos, todos los pibitos, ser el centro del mundo. Pero... éramos tantos que no quedaba tanta gente para adorar, ni cama pa tanta gente, así que..., cada uno a su parcelita. Pero, eso sí, empeñados en la labor hasta que el tiempo le dio la razón al tiempo y cada uno, a su manera, se conformó con lo que tenía. Otros, en un a lo mejor, no lo lograron.
El invento del embotelle era muy bonito, el problema, no había paciencia para tanto curro, y a la que no cabía algo, el bote, milagrósamente, terminaba en el trastero, en el mejor de los casos, o en el baúl de las cosas que algún día, cuando sea mayor, igual retomo, con más paciencia; el tiempo pasa, la paciencia es más grande pero las ganas son menos, y, en un descuido, barquito, bote, herramientas y algo más, terminan donde acaban todas las cosas que se vuelven inútiles...
En eso, ha sido bonito recordarlo, luego, con el tiempo, vendrían otras aventuras, inacabadas o no, dependiendo de lo difícil que me lo pongas...


martes, 4 de enero de 2022

Amor, locura... palabras mayores...


Nació de un poema y vivió a un poema, todo él era poesía, desde su infancia a su vejez...

Mi infancia son recuerdos

de un patio de Sevilla,

de un huerto azul y claro,

donde madura el limonero...

Cantó muchas bellezas, a la vida, también a la muerte, a las injusticias y a las gentes sencillas, y sobre todo al amor...

Alguien nos lo deja, las redes están para eso, que nosotros lo disfrutemos, lo leamos y evoquemos, tiempos, momentos, y sobre todo amores...

Huye del triste amor, amor pacato

sin peligro, sin venda ni aventura

que espera del amor prenda segura,

porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego

y blasfemó del fuego de la vida,

de una brasa pensada, y no encendida,

quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,

cuando descubra el torpe desvarío

que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío

de su tiempo abrirá. ¡Desierta cama,

y turbio espejo de corazón vacío.