martes, 21 de septiembre de 2021

A saber... de todo

 


Es curioso comprobar que todo el mundo, yo entre ellos, llegado el caso, sabemos de todo, entendemos y lo dominamos todo, somos auténticos especialistas en cualquier asunto que se ofrezca, ¡bien por todos! Variamos desde expertos geovulcanos a presidentes de alianzas, desde expertos pilotos de las máquinas más intrincadas a sabedores "cum laude" de los más avesados asuntos, y, así vamos.

Esta semana, ¡sorpresa cantada!, La Palma, isla del archipiélago canario, (de nada), ha abierto sus tierras para dar paso a la más patente de las manifestaciones de que la energía camina por otros derroteros que, ni con las mejores gafas, vemos, o sabíamos que estaban ahí, algunos conos volcánicos que, a renglón, empezaron a vomitar su interior incandescente, piroclastos que crean un río de lava que, al poco, bajan ladera abajo, sin control, en estampida de colores, escondidas bajo el rojo fuego y que, era de esperar, barre con todo lo que "pilla" a su paso. Hay muchas familias que lo han perdido todo, la cosa es para pensar y no meter la pata con cosas como lo que cuento y hemos visto en las redes.

Con la misma velocidad de salida de esos endemoniados piedrolos y su humo, llega el aluvión de iluminados con todo tipo de aseveraciones, que además de paridas absurdas, no dejan de ser producto de una ignorancia profunda. Hay quien no se explica cómo en una isla volcánica tan pequeña la gente se hace su casa, para llorar, de risa. Otros afirman, categóricamente, que todo estaba orquestado, parece que los volcanes estallan cuando un mortal lo ordena, veo la cola de gente queriendo ser el "prota" y pulsar el botoncito; como dije antes, así vamos.

Lo más duro está por venir, queda mucha lava por salir, y la gente somos imprevisibles, veremos más, mucho más; y como colofón toda esa peña que con un "like", alientan la continuidad y supervivencia de los pariondos de plantilla.

 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Torres que mecen al viento

 


Hay algunos días que te echas a la calle, paseo, compartir un rato, una copichuela, ir a sitios en los que nunca, mi caso por ejemplo, has estado. Son lugares que no han sido paso o mejor no llamaban a visita, casi más por desconocimiento que por no haber algo que, realmente, atrajera mi atención. 

Algún viernes, en la hora en que los pibitos de la famili dejan curros, situaciones de ocupancia o simples labores domésticas, nos fuimos, ellos y yo, a darnos un homenaje, buscando que hoy no fuera igual que ayer, y algo distinto a mañana. Anduvimos por zonas trianeras, en esos alrededores nuestra capi goza de mil y un escondite, habrás, como digo, pasado cienes y cienes de veces por ellos, sin fijar la atención a que estaban allí. Pero hoy, hoy hay parada, pensión y fonda. Gozando de un almuerzo que no es común ni de a diario, pero no menos gustoso por ello.

Luego de ese papeo, no lo vamos a llamar grande sino rico, se comenta, se dice, y decide, «¿a dónde vamos?», los experimentados pensamos en lo mismo, una, como dije copichuela, en un lugar distinto, y allá nos fuimos, a una terraza de las que no se ven desde la calle, un buen combinado y disfrute de lo que desde allí se ve.

Se ve, ¡y vaya si se ve!, justo casi delante está esa zona que, antiguamente, albergaba el Puente de Piedra, división natural entre el barrio de Triana y la genuina Vegueta, hoy via circulatoria de los que del centro bajan y al centro suben. Mirando un poco más allá, torres, la catedral de Santa Ana, símbolo inequívoco de ese encantado y embrujado barrio, ellas apuntando al cielo, de estilo neoclásico con mezclas de gótico, puerta inequívoca de acceso al tal sitio, que, a la vez, realza su ya de por sí ganada belleza. 

Luego, la tarde, el rato, va tocando a su fin, cuando sólo se ve el fondo de los vasos, la cuenta, salida y para casita, llevas muchas cosas en mente, y en la retina la última mirada, desde el lugar, de tan imponente obra.