Subíamos a los màs altos minaretes para desde allí, a tumba abierta, bajar la cuesta, a la pastilla que cada uno era capaz, -chiquilloooossss, se van a matar, vociferaba quien quiera que te viese, nos mirábamos, reíamos y dàbamos más piernas; como locos, puro desenfreno; luego, ya en el parque, se comentaba la carrera; una poca de razón tenían aquellos mayores, sin acordarse que, ellos, también se aventuraron en tales gestas.
Todos a casa!, mañana otra vez, cuestas distintas, carreras entre barrios, nos daba igual, el rato patineta era nuestro, carreras infantiles.