Fuerteventura, dorada de norte a sur, tierra de promisión, belleza agreste, viva, en un casi salvaje y natural ambiente, reserva de la biosfera, debiendo ser, de gusto, patrimonio, al menos, del archipiélago y cuidada para que no se la avaselle, como pasó, en tiempos, a casi todo el territorio; aparceros que perdieron, en desigual batalla, todo lo suyo.
Acostada, a la banda de barlovento, con catorce kilómetros de tirada, está una de las más hermosas playas de estos, y algún otro, lares; de aguas cristalinas y jable inmaculado, Cofete, en el sur suroeste de su isla; allí en horas de amanecer y atardecer sólo se oye el crepitar de la espuma en su playa y el viento que rebota, en ida y vuelta, en el macizo de Jandía.
Como en cada lugar virginal, se oyen proyectos de futuro, el primero, asfaltar sus caminos, ¡cuidado!, el asfalto traerá, a buen seguro, otros proyectos, bloques y cemento, lo demás, sin ser agorero, se adivina. Majorero, no permitas que se la mancilla, cuidala, los que la admiramos brindamos nuestro incondicional apoyo.
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