Allí, en baúles, celosamente guardados tendríamos nuestros tesoros, esos que hacían que nuestra infantil imaginación se disparara; la nave que surca el espacio con nuestra pericia en el pilotaje, barcos que surcaban mares imposibles hasta el fin del mundo, allí libraríamos batallas, seríamos grandes caballeros, recompensados por reyes poderosos...
Luego, la merienda, pan y chocolate que era rico premio en nuestra niñez, y a seguir jugando, una nueva historia, otras aventuras, la noche caería, las brujas se asomarían a tu ventana, ver que todo iba bien, que la fiesta era alegre, que cada cosa seguía en su lugar, algo más tarde, la voz de mamá:
-¡Arriba, campeón!, hay que ir al cole.
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