Lo leía, y releía, intentando calmar un corazón desbocado, que andaba cerquita, muy cerquita, de la locura; locura de niño inquieto, que pedía -musas de los locos- ver cumplidos sus anhelos, sentir y ser sentido, darle suelta a tanto calor...
Y, mientras, las horas no pasaban, mi mente se iba llenando de palabras que se juntaban buscando la frase perfecta, para, luego, ponerla en un papel y regalarla, en algún lugar de otro libro, para recordarla.
Y mientras el reloj no llegaba a la hora, dentro del libro -fiel amigo- te descubrí, más leía, más te conocía, encantado de leerte, y de leer a otros.
Y a los otros nos encanta leerte.
ResponderEliminarun abrazo
Es que leer es un placer impagable, sobre todo ahora en verano, con las tardes más largas y más horas de sol, en la posición que quieras, con quien quieras sea hombre o mujer, lo importante es lo que te cuente y que ésto te haga feliz, al menos por un rato.
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