martes, 11 de enero de 2022

«El mundo en una botella»

 

Quién, de crío, no lo intentó, embotellar un barco, tarea difícil, sobre todo si el envase no respondía a las dimensiones; o, a lo mejor, acristalar las cosas guapas vividas o las propias ilusiones; no es fácil, no, el barco no se deja y lo demás, mejor dejarlo como está.
También nos hubiésemos empeñado en meter el mundo en esa botella, el nuestro, no el del otro, que a buen seguro no hubiese cabido, no por falta de espacio, si porque, en aquellos tiempos, queríamos, todos los pibitos, ser el centro del mundo. Pero... éramos tantos que no quedaba tanta gente para adorar, ni cama pa tanta gente, así que..., cada uno a su parcelita. Pero, eso sí, empeñados en la labor hasta que el tiempo le dio la razón al tiempo y cada uno, a su manera, se conformó con lo que tenía. Otros, en un a lo mejor, no lo lograron.
El invento del embotelle era muy bonito, el problema, no había paciencia para tanto curro, y a la que no cabía algo, el bote, milagrósamente, terminaba en el trastero, en el mejor de los casos, o en el baúl de las cosas que algún día, cuando sea mayor, igual retomo, con más paciencia; el tiempo pasa, la paciencia es más grande pero las ganas son menos, y, en un descuido, barquito, bote, herramientas y algo más, terminan donde acaban todas las cosas que se vuelven inútiles...
En eso, ha sido bonito recordarlo, luego, con el tiempo, vendrían otras aventuras, inacabadas o no, dependiendo de lo difícil que me lo pongas...


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